21 PRIMAVERAS - JUAN ROSASCO EN BANDA  

Publicado por Unknown



Alguien me regaló estos Aires,
¡y yo que estaba por quebrar!,
algo me dice que todos buscamos,
que todos llegamos al mismo lugar ... al mismo lugar.

Un hombrecito poco amable,
me muele a golpes, me encierra,
y escucho gritos del cuarto de al lado,
que mis madrugadas no pueden callar,
no quieren callar
... y no deben.

Otra noche Buena
me vuelve a quemar,
es el olor a pasto
¡cuanto verde!
que extraño verde
¡que opaco verde!
te siento verde en un coche verde,
me rio verde
¡te abrazo verde!

Y te comento que ando bien,
que mi locura viene y va,
hoy la primavera me da libertades
y casi alcanza,
¡casi alcanza!

Ya sé son tuyos estos Aires,
¡y yo que estaba por quebrar!
algo me dice que todos buscamos,
que todos llegamos al mismo lugar,
¡Al mismo lugar!

Otra noche Buena me vuelve a quemar,
es el olor a pasto
¡cuanto verde!
que extraño verde
que opaco verde,
te siento verde en un coche verde,
me rio verde
te abrazo verde.
Y te comento que ando Vien.




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–¡Si seremos boludos! –pensó en voz alta. En lugar de matarlos estamos engordándolos.

Camps recordó que Bravo “se las ingeniaba para estar siempre de noche. La mayor parte de las guardias las cumplía él con su equipo, diurnas y nocturnas. Diría que dormía un turno, seis horas, y después estaba todo el día”.

Bravo “buscaba excusas” para sancionarlos. “La sanción, por llamarla así, era hacernos desnudar y hacer cuerpo a tierra de boca hacia abajo o de espaldas en el suelo, o pararnos lejos de la pared y hacernos apoyar con la punta de los dedos en la pared: eso en un tiempo prolongado entumece los dedos”, contó Camps. Otra tortura consistía en impedirles dormir. “Recorría las celdas y apenas encontraba a alguno que estuviera cabeceando, lo pateaba, o nos hacía estar parados”, agregó. Los propios colimbas admitían ante los presos que Bravo era “un hijo de puta”. Una mañana llevó una corneta para enseñar qué era la diana.

–Ustedes tienen que conocer esto. Desde ahora se les va a despertar así y se les va a dar el silencio de esta manera.

Otro día llevó una revista que las Fuerzas Armadas utilizan para adoctrinar a sus soldados. Se titulaba El Desengaño y contaba una historia en la cual los estudiantes se incorporaban a la guerrilla y cometían todo tipo de atropellos. Cuando algún militante aburrido le explicaba que esas historias no encajaban en la realidad, Bravo refunfuñaba y se alejaba. Con Mariano Pujadas tenía una saña particular. Le hacía barrer el piso desnudo.

–¿Hace frío? –preguntaba, y largaba la carcajada.

Clarisa Lea Place se negó a ponerse cuerpo a tierra. Bravo sacó la pistola, la amartilló y se la puso en la cabeza:

–Vas a morir, hija de puta –le advirtió.

Poco después cumplió su palabra.


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