Este reportaje lo pongo recién ahora porque la revista estaba en kioscos y quise esperar, para los que no lo leyeron aquí va el texto:
Por Bruno Lazzaro
En la sala de conferencias del Caesar Park todo brilla. Y
Sergio Martínez no es la excepción. “Maravilla” saluda con una sonrisa
que no delata su falta de sueño. Dice que durmió dos horas y que la
humedad de Buenos Aires lo tiene a mal traer. El campeón renguea –en
cada paso deja un recibo de molestias varias–, estornuda, tose y de a
poco se hace humano. Es que desde el 15 de septiembre pasado, cuando
derrotó a Julio César Chávez Jr. por decisión unánime –y se quedó con el
título de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo (CMB)–, el boxeador
nacido en Avellaneda se recibió de ídolo. Una categoría que, a los ojos
de las masas, cosechó en un par de meses, a partir de una serie de
eventos ajenos al boxeo que tuvieron su corolario en la categórica –tan
angustiante como épica– victoria sobre el púgil mexicano. “No creo en la
suerte. Trabajé como un salvaje para que el triunfo me acompañe
siempre. Y eso me hace dar cuenta que no está mal comenzar a sentirme un
poco ídolo”, confiesa Martínez mientras mira la borra de un café que no
es de su agrado.
Maravilla es inquieto. Basta un
minuto a su lado para sentir su energía contenida. Se frota los muslos
con fuerza, gira en su silla de rueditas y se acomoda los huesos con la
misma facilidad con la que esquiva un golpe. Esa agilidad para no ser
conectado que muestra arriba del ring –un link directo a Nicolino
Locche– se hace entereza cuando tiene que sacar a relucir sus
pensamientos. Martínez es lo que se dice un tipo políticamente correcto,
rápido hasta para notar cuando sus palabras pueden llegar a cortar.
–Arriba del cuadrilátero se lo ve una persona convincente. ¿Qué tan seguro es abajo del ring?
–Suelo
ser más seguro en el boxeo que en otras cuestiones de la vida. El boxeo
es mi identidad y juego mi juego cuando estoy arriba del ring. Es donde
mejor me siento. Eso sí, si me das a elegir, prefiero ser el tipo que
va a comprar el pan al mediodía, como me pasa en Madrid. Es que, más que
nada, soy un pacifista.
–¿Hay algo que haga mejor que boxear?
–Soy
muy bueno para comprar el pan (risas). Espero que sí. Pero tengo que
dejar de boxear para darme cuenta de eso. Ojalá escriba mejor de lo que
boxeo. La gente que escribe de verdad, dirá: “Dedicate al boxeo que te
va bien”. Pero estoy en una etapa de aprendizaje.
–¿Y en qué consiste?
–Todos
somos una copia de algo o de alguien y, como en el boxeo, intento
robarle un poquito a cada uno de los que me gustaron siempre para tratar
de unirlos en mi cuerpo. Estoy en una temporada en la que no leo mucho,
pero sí escribo.
–¿Sobre qué?
–Tengo
algunos retazos y puntadas sin terminar. Una cantidad increíble de
textos de amor, boxeo, sexo, humor. Todo lo que me va surgiendo intento
expresarlo de otra manera. No sólo soy un hombre de golpes.
Sergio
Gabriel Martínez nació un 21 de febrero de 1975 en Avellaneda, pero le
gusta decir que es de Quilmes. Durante sus primeras peleas, cuando el
apodo “Maravilla” no era un puente entre su nombre y su apellido, salía a
pelear con la camiseta del cervecero. “Mi familia era pobre, pero con
esa felicidad que te da la ignorancia. Hoy no podría ser feliz en esa
vida. Pero cuando sos chico y tenés una pelota para jugar, lo malo
parece efímero”, dice Martínez, un hincha de River que a los veinte años
jugaba de delantero en Claypole –en la Primera D– y que, ante la
posibilidad de pasar a Los Andes, se alistó en un gimnasio con el fin de
acondicionar su físico. Pero la historia dio un vuelco y el futbolista
colgó los botines para dejarle paso a la verdadera leyenda. “Desde ese
día no me volví a sacar los guantes”, sentencia y sonríe ante la
consulta sobre cuántas cosas se pueden hacer en los ciento ochenta
segundos que dura un round. “En tres minutos te puede pasar una vida
entera. Te caés, te parás. Hasta podés resucitar. Creo que mi vida se
divide en múltiplos de tres minutos”.
–El
próximo 27 de abril se viene el número tres del mundo –N. de R.: el
inglés Martin Murray, con quien Maravilla expondrá por primera vez su
título, seguramente en el estadio de Vélez–. ¿Qué le provoca la idea de
pelear ante 50.000 argentinos?
–Desde
hace mucho deseaba pelear en el Luna Park. Pero ahora me queda chico.
Estoy que camino por las paredes. Tengo ansiedad por empezar a trabajar
porque después de ganarle a Chávez me quedé vacío. Me costaba encontrar
un sentido, algo que me motive. Antes me resultaba muy fácil motivarme,
pero se me estaba complicando y encontrar que hay un inglés que quiere
enfrentarme en Argentina después de once años sin pelear en mi país, me
encanta.
–Llama la atención que sea contra un
inglés y en abril, un mes muy fuerte en relación a las Malvinas. ¿Cuál
su opinión ante el conflicto por las islas?
–Creo
que tendríamos que saber dar vuelta la hoja. Para nuestro propio
beneficio y salud. Saber que Malvinas pasó y que Inglaterra es un país,
no un enemigo. Que los ingleses no vinieron a comernos a nosotros, sino
que hubo una cuestión política en la cual nos involucraron a todos. Creo
que tendríamos que dar vuelta la hoja porque si nos vamos a llevar mal
con quienes tuvimos una guerra, pues ¡madre mía!, el mundo entero
debería llevarse mal.
–¿Le interesa la política?
–Cada
vez me informo más, quizá sea porque esté madurando. Antes solía decir:
“La política para los políticos. Mi política es el deporte”. Con el
tiempo me di cuenta de que la política es muy importante. Pero una cosa
es la política y otra son los políticos. A veces me duele la política.
–En 2001, la crisis económica lo obligó a irse a España ante un país partido. ¿Qué tipo de Argentina ve ahora?
–Me
fui con un país que vivía el dramatismo de si había un estallido
social, que de hecho lo hubo. Fue muy duro. Hoy no se vive con ese
dramatismo. La situación no es la misma. La gente tendrá más o menos
dinero, pero se vive con cierta tranquilidad que en ese momento no
había.
–¿Se le acercó gente de la política para ofrecerle algún cargo?
–Se
acercaron varios porque resulta que mi manera de hablar es atractiva
para ciertos políticos, pero intento tener cautela. Tengo un equipo de
gente que es un escudo que ayuda a filtrar, por lo que no tuve contacto
directo.
Durante 2012, Maravilla Martínez se convirtió
en un fenómeno pocas veces visto. Se editaron dos libros con su
historia y fue la personalidad más buscada por los argentinos en Google.
“No entiendo por qué la gente se fija tanto en mí”, sentencia el
campeón, que el año pasado también se alzó con el Olimpia y el
Consagración, los galardones más importantes del deporte nacional. “Fue
un mimo. Me dieron el premio al mejor deportista de los seres humanos,
porque Messi es de otro planeta. Él y Maradona son de otra liga. Aunque
mi referente es Francescoli”. A principios del calendario, Maravilla
–quien ostenta el sexto mejor knock out de la historia, producto de un
terrible zurdazo a Paul Williams en 2010– también se llevó el título de
“mejor boxeador” del año para la CMB. “Un golpe bien conectado es como
un gol. El de Williams fue como el de Diego a los ingleses. Hace poco
algunos quisieron poner al de Pacquiao en mi lugar, pero él se pegó
solo, yo a Williams lo hice morder el anzuelo. Pacquiao sufrió el
séptimo mejor knock out de todos los tiempos”. A pesar de tanto
reconocimiento, hubo un premio que no pudo ganar. En junio pasado,
Martínez debutó en “Bailando por un sueño” con el objetivo de darse a
conocer. No duró mucho, pero tampoco decepcionó. La pelea contra Chávez
estaba al caer y no quiso descuidar su preparación. “Por lo menos no
hice el ridículo”, asegura.
–¿Cómo se lleva con la fama?
–No
me creo muy famoso. A veces no entiendo por qué tengo tanta seguridad a
mi alrededor. Es extraño, pero si está es por algo. En España voy y
vengo sin problema, pero en Argentina estoy rodeado de gente que me va
apretujando. Cuesta llevar una vida. Imaginate dos.
–¿Qué le pasa a la noche cuando apoya la cabeza en la almohada?
–Me
cuesta mucho desconectar. No es fácil salir de la jornada. Pero cuando
arranco, estoy con todo. A veces los días se hacen muy largos y muchas
veces tengo que levantar las manos y dar pelea.
–O sea que en la vida sube la guardia.
–Claro.
En el ring no peleo con las manos en el bolsillo porque los pantalones
de boxeo no tienen un lugar para meter los guantes. Trato de ser lo más
correcto posible, pero en el cuadrilátero me gusta exponer cierta
rebeldía. Además, es una forma de dejar en claro que el boxeo está mal
enseñado y mal aprendido. No quiero avivar giles, pero se basa en una
cosa: tiempo y espacio. Lo demás, acompaña. A veces parece que no
quieren enseñar cómo se hace.
–Este tipo de comentario le debe generar algún que otro enemigo.
–Es
que no me las sé todas, pero haber ganado 50 de 54 peleas avala un poco
mis palabras. No por nada en mi carrera recibí “tan pocos” golpes. Pero
hoy en día, ¿quién tiene los cojones para decirme: “Martínez, lo que
usted está haciendo, está mal”? Si me reía antes, cuando no tenía ningún
cinturón, te imaginarás hoy, que tengo nueve. Todavía me siguen
diciendo que suba la guardia, pero me lo tomo con gracia. El tema es que
cuando me va bien tengo una gran cantidad de entrenadores, ahora,
cuando me caigo, me quedo en singular.
–La vida del campeón suele ser difícil. ¿Le pesa?
–No,
porque sé que todo lo que vivo es irreal. Me convertí en una persona de
clase alta por todo lo que me dan, pero intento tener sensatez y saber
que viajo en business porque me lo pagan. Pero va a llegar un día en el
que me dejen de pagar y no sé si tendré ganas de poner tanto de mi
bolsillo. Los hoteles cinco estrellas son carísimos. Ahora tengo todo
gratis: ropa, teléfonos, gafas, hasta coches, porque si me saco dos
fotos con el dueño de la concesionaria tengo todo. Recién ahora acabo de
comprar una casa (en España) un poco más acondicionada. Pero me fijé en
una que sea bien barata.
–¿Ya encontró lugar para el reloj del Che Guevara que tenía en su otra casa?
–El
Che siempre tiene lugar. Es uno de mis mayores referentes como ser
humano. Leí tres o cuatro libros y hace poco me regalaron otro más.
“Hasta la victoria siempre” es una de las frases que más utilizo en mi
vida.
–¿Se arrepiente de algo?
–De
nada. Uno no tiene que arrepentirse, porque si lo hacés vas a llevar
una carga muy pesada por el resto de tu vida. Estoy muy conforme con
todo lo que hice.
–Su mensaje positivo se asemeja a la prédica religiosa. ¿Es creyente?
–Tengo
mis propias creencias, pero con la religión me llevo muy mal. Mejor
dicho, no me llevo. Es un tema delicado porque la religión, a veces, es
importante para la gente. En algunas ocasiones es indispensable, pero en
mi persona no lo veo necesario. Hay gente que tiene más o menos
fortaleza y aquellos que tengan más debilidad quizá necesiten aferrarse a
algo. Pero no creo en un hombre de barba. En eso de que si pecás,
pensás mal u obrás mal vas al infierno, pero él te ama. ¡¿Que cojones es
eso?! Si me lo cruzo en la calle, le parto la cara. No digamos
tonterías. Ya estamos en el dos mil y pico.
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La mirada de los especialistas
l
“Estuve en el ring side la noche del 15 de septiembre. Quizá desde la
época de Nicolino Locche, no veía una pelea con un argentino a nivel
mundial, tan relajado y feliz, ofreciendo buen boxeo, dando cátedra
frente a veinte mil personas. Cuando cayó en el último asalto, apenas
logré ver su mirada enfocada hacia su esquina, con una especie de `todo
bien´ que me tranquilizó el alma. Y así fue. Ese último asalto le dio
una épica a la pelea que ya la ha colocado en la historia. Pegó y
recibió con coraje, sangre, bravura y espectáculo. Terminó la pelea a lo
campeón. Como en aquellos tiempos que ya parecían idos para siempre.”
(Carlos Irusta, prosecretario de redacción de El Gráfico).
l
“Sergio es un campeón con todas las letras, ratificado a los 37 años el
pasado 15 de septiembre, con pasta de ídolo. [Su libro] demuestra que
para una persona con talento, determinación, esfuerzo y dedicación,
ninguna puerta permanece cerrada.”
(Horacio Pagani)
l “Para aquel que sabe lo que quiere y tiene definido a dónde va, todo es posible.” (Walter Nelson, comentarista de boxeo)
l
“Si hay alguien que puede escribir su propia historia, ése es
precisamente Sergio Maravilla Martínez. Es uno de los pocos boxeadores
que sabe que para lograr el éxito no sólo es necesario el esfuerzo
físico, la preparación, sino también la actitud mental. (Juan Carlos
Tapia, comentarista de boxeo panameño)
Testimonios extraídos de Corazón de Rey (Planeta)
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Del ring a las tablas
A
sus 37 años, Sergio “Maravilla” Martínez sabe que no le restan muchos
rounds por delante. “Me quedan dos o tres peleas más”, dijo hace unos
días. La gran performance que realizó el año pasado en Duro de domar
hace creer que, quizá, su futuro está arriba de las tablas.
–En
una entrevista, su tío –quien fue su entrenador durante sus primeros
años– dijo que “el hábil entra sin saber cómo va a salir, pero sabiendo
que va a salir”. ¿Sabe cómo va a dejar el boxeo?
–No
tengo la menor idea, pero como no soy tan hábil, sino un trabajador, sé
que voy a saber anticiparme y asimilar, por ende no voy a sufrir ningún
factor sorpresa.
–¿El stand up puede ser una salida inteligente?
–Cuando
lo hice, no me asesoré con nadie. Escribí algo y lo leí. Estaba en
televisión y se le quitó cierta acidez, pero menos mal que resultó.
Ahora tengo algo escrito, que no puedo hacer para tevé. Se lo mostré a
Hovik Keuchkerian, un amigo monologuista, que para mí es el mejor, y me
dijo que estaba muy bien. Escribí uno para España y otro adaptado para
Argentina. Necesito seguir trabajando, pero es una opción que me
encantaría realizar.
–¿Le gustaría seguir ligado al boxeo?
–Hace
un tiempo no quería: me molestaba meterme en un mundo donde, para que
las cosas salgan bien, había que hacerlas mal. Pero tengo mi empresa de
promoción de boxeadores. Dimos un buen golpe en la mesa y hoy en España
somos la número uno. En nueve meses logramos lo que muchos en años.
Llegamos para quedarnos.
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